Durante años parecían un invento destinado únicamente a ferias tecnológicas, un concepto un tanto lejano que se veía con escepticismo y al que pocos prestaban verdadera atención. Sin embargo, la realidad ha dado un giro enorme y hoy estos vehículos se han convertido en protagonistas de un cambio de mentalidad y de hábitos de consumo.
La movilidad eléctrica está dejando de ser una rareza para convertirse en parte de la vida cotidiana, especialmente en ciudades donde las restricciones al tráfico contaminante son cada vez mayores. El interés ha crecido tanto, que ya no es raro verlos en carreteras, aparcamientos y concesionarios de barrio. Lo que antes era terreno exclusivo para algunas personas, ahora es una opción real para familias, empresas y jóvenes conductores que piensan en el medio ambiente al mismo tiempo que en su bolsillo.
¿Cómo funcionan los coches eléctricos?
Entender cómo funciona un coche eléctrico ayuda a perder el miedo a lo desconocido.
Estos vehículos no cuentan con un motor de combustión interna como los tradicionales, sino que se impulsan gracias a un motor eléctrico alimentado por baterías de gran capacidad. Las baterías, generalmente de ion-litio, son recargables y pueden conectarse a la red eléctrica mediante diferentes tipos de cargadores. Cuando el conductor acelera, la energía almacenada en la batería se transforma en movimiento a través del motor eléctrico. Este proceso es mucho más simple que el de un coche convencional, lo cual es sinónimo de menos piezas móviles y, en consecuencia, de menos averías y menos necesidad de pasar por el taller.
También suele sorprender el sistema de frenada regenerativa. Cuando el conductor levanta el pie del acelerador o frena, el coche aprovecha esa inercia para recargar parcialmente la batería. Esto no sustituye la necesidad de conectarlo a la corriente, pero sí mejora la utilidad y alarga la autonomía.
A todo esto, hay que sumarle la suavidad de la conducción: no hay vibraciones, los cambios de velocidad son inexistentes y el silencio del motor cambia la experiencia por completo. De hecho, muchos conductores describen la primera vez que se ponen al volante de un eléctrico como algo increíble, ya que rompe con todo lo que uno cree conocer sobre la manera en que un coche debería comportarse.
Proceso de matriculación de un coche eléctrico.
Una de las dudas más comunes cuando alguien decide dar el paso hacia la movilidad eléctrica es cómo matricular el vehículo. La gestoría de Gestram aclara que el procedimiento es bastante parecido al de un coche convencional, aunque incluye algunos detalles que conviene tener en cuenta:
El primer paso es contar con toda la documentación que acredite la compra del coche, ya sea nuevo o de segunda mano (factura de adquisición, ficha técnica del vehículo y certificado de conformidad.). Con estos documentos en mano, se acude a la Jefatura Provincial de Tráfico para solicitar la matriculación. Allí se entrega la documentación y se abonan las tasas correspondientes. La buena noticia es que, en muchos casos, los coches eléctricos están exentos del impuesto de matriculación, ya que este tributo depende de las emisiones de CO₂ y, al no emitir gases contaminantes durante la circulación, se benefician de una ventaja fiscal muy significativa.
Una vez completado este trámite, la Dirección General de Tráfico asigna una matrícula ordinaria, igual que la de cualquier otro vehículo. La diferencia está en que los coches eléctricos pueden solicitar la etiqueta ambiental Cero Emisiones de la DGT, que otorga ventajas como el acceso libre a zonas de bajas emisiones, descuentos en peajes, reducción en las tarifas de aparcamiento regulado y otras bonificaciones que varían según la ciudad.
Este distintivo se convierte en un aliado muy práctico en la vida diaria del conductor, destacando en núcleos urbanos donde las restricciones al tráfico son cada vez más estrictas.
Autonomía y puntos de carga.
Uno de los grandes debates alrededor de los coches eléctricos gira en torno a su autonomía.
Al principio, los modelos que salían al mercado apenas superaban los cien kilómetros por carga (algo que limitaba muchísimo su uso). Hoy en día, la situación ha mejorado de forma considerable: hay vehículos capaces de recorrer más de 400 o incluso 500 kilómetros con una sola carga. Aunque todavía no llegan a igualar por completo el alcance de un coche diésel con el depósito lleno, lo cierto es que el salto ha sido tan grande que para la mayoría de los trayectos diarios resulta más que suficiente.
A esto hay que añadir que la red de puntos de recarga se está expandiendo con rapidez. Ya no se trata únicamente de conectar el coche en el garaje particular (algo que por supuesto es muy cómodo para quienes tienen esa posibilidad) sino que también aparecen cada vez más estaciones públicas en centros comerciales, áreas de servicio en carretera y hasta en aparcamientos urbanos. Las cargas se dividen en lentas, semi rápidas, rápidas y ultrarrápidas, dependiendo de la potencia del cargador. Mientras que en casa una recarga completa puede tardar varias horas, en una estación de carga rápida es posible recuperar gran parte de la batería en menos de treinta minutos.
¿Cómo se organiza la carga?
La clave está en aprender a planificar. Igual que uno piensa en dónde repostar cuando hace un viaje largo, con un coche eléctrico se trata de consultar qué puntos de carga hay disponibles en la ruta.
Cabe destacar que existen aplicaciones móviles que facilitan mucho esta tarea, indicando incluso si la estación está libre o en uso. Esta planificación se convierte en un hábito que los conductores asimilan rápidamente y que deja de ser un inconveniente en cuanto se adquiere algo de experiencia.
Ventajas económicas y medioambientales.
Una de las razones más poderosas para pasarse a un coche eléctrico es el ahorro a largo plazo. Aunque el precio inicial de estos vehículos todavía puede resultar más elevado que el de un modelo de gasolina o diésel, el coste por kilómetro recorrido es considerablemente más bajo.
Cargar la batería en casa durante la noche aprovechando las tarifas eléctricas reducidas, resulta mucho más barato que llenar un depósito de combustible. Además, los gastos de mantenimiento se reducen, ya que el motor eléctrico tiene menos piezas susceptibles de desgaste. No hay cambios de aceite, correas de distribución ni embragues que sustituir, lo cual se traduce en menos visitas al taller.
Desde el punto de vista medioambiental, el beneficio es bastante claro: los coches eléctricos no emiten gases contaminantes durante la circulación, y esto supone una mejora directa en la calidad del aire de las ciudades, donde la concentración de dióxido de nitrógeno y partículas en suspensión es uno de los problemas más graves de salud pública. Cuando se reducen estas emisiones, se avanza hacia un entorno urbano más limpio y habitable.
Aun así, es cierto que la producción de baterías tiene un impacto ambiental y que todavía existe un debate sobre cómo gestionarlas cuando terminan su vida útil, pero también se están desarrollando sistemas de reciclaje y segundas aplicaciones que mitigan parte de esos inconvenientes.
Los diferentes tipos de eléctricos.
Cuando se habla de coches eléctricos conviene diferenciar entre varias categorías, ya que no todos funcionan exactamente de la misma manera.
- Los 100 % eléctricos (BEV) son aquellos que dependen únicamente de la batería y del motor eléctrico. Son los más limpios en cuanto a emisiones y los que aprovechan todas las ventajas de la movilidad eléctrica.
- Por otro lado, están los híbridos enchufables (PHEV), que combinan un motor de combustión con uno eléctrico. Estos pueden recorrer cierta distancia en modo eléctrico puro y, cuando la batería se agota, continúan funcionando con gasolina o diésel, lo que ofrece una flexibilidad interesante para quienes hacen viajes largos con frecuencia.
- Existen también los híbridos ligeros (MHEV), que no pueden circular de manera totalmente eléctrica, pero ayudan al motor tradicional a reducir el consumo y las emisiones.
- Por último, aparecen los vehículos de autonomía extendida (REEV), una especie de híbrido en el que el motor de combustión no mueve directamente las ruedas, sino que actúa como generador para recargar la batería mientras se circula.
Esta variedad de opciones se centra en que cada conductor elija el modelo que mejor se ajusta a sus necesidades, sin sentirse limitado a un único sistema.
Perspectivas de futuro.
El camino de la movilidad eléctrica apenas ha comenzado. A medida que la tecnología de las baterías mejore, los precios se reduzcan y la red de carga sea más amplia, el coche eléctrico irá ganando terreno de forma imparable. Los fabricantes ya compiten por ofrecer modelos con más autonomía, menor tiempo de recarga y diseños atractivos que se adapten a diferentes segmentos del mercado; se habla incluso de nuevas generaciones de baterías de estado sólido que prometen recargarse en minutos y ofrecer miles de ciclos de uso sin apenas degradación.
Además, el auge de las energías renovables hace que cargar un coche eléctrico sea cada vez más sostenible. En hogares con paneles solares, por ejemplo, se abre la posibilidad de alimentar el vehículo con energía producida directamente en casa.
Esta mezcla de tecnologías representa sin duda un cambio profundo en la forma en que entendemos la movilidad y la relación con la energía, y si a eso se le suma la progresiva automatización y los sistemas de conducción autónoma, el futuro del coche eléctrico se vislumbra lleno de transformaciones que irán mucho más allá de lo que hoy imaginamos.


